jueves, 25 de febrero de 2010

Una mente maravillosa

No es en el hecho de escribir, pues ya no se diferencia mi caligrafía de la de un ilustrado, no es la capacidad de síntesis o el adecuado uso de los términos, ni tampoco el complejo reglaje que pueda tener nuestro idioma centenario.

La clave del éxito habita en un sitio a dónde sólo algunos y en contadas ocasiones tienen el placer de viajar; dónde el buen gusto se codea con la originalidad y en el cual, sin esa experiencia, ese tacto y ese nivel de compresión, sería imposible hacer las cosas difíciles, fáciles, dónde encontrarle la cuadratura al círculo y los tres pies al gato.

Y benditos sean aquellos, quiénes con más afán que ánimo de lucro, sin miedo al que dirán y creyentes de sus propias doctrinas, informan, divulgan y nutren de conocimiento a las mentes sedientas de saber, que por una u otras razones, no son capaces de completar solos su viaje.

Habríamos de agradecer, sin duda, las herramientas con las que contamos, no siendo tan importante el medio en sí, como su fin, siempre y cuando no se corrompa, se infecte y se plague de mentiras como puños que controlen a las masas a golpe de talonario.

Ya se sabe, quién hace la ley, hace la trampa.


Vivimos nadando entre mentiras a medias, estadísticas no representativas y arrogantes magnates sin escrúpulos esclavizando al criterio y el saber hacer de las mentes privilegiadas.



Pero señores, es la pescadilla que se muerde la cola, la evolución estará asociada, hoy y siempre, en la naturaleza humana, al bien propio, al arte de la guerra y a las luces de neón en forma de dólar (Por mucho que mejore el euro no se podrá cambiar € por $, visualmente hablando).


Y pesarán en los corazones de todos los que, en contra de su buena voluntad, tengan que prostituir su oficio por el bien de la evolución, aunque eso suponga lucrar a gobiernos y empresas carentes de escrúpulos o caridad humana.



Por todos los que ocupasteis mis horas de biblioteca y leísteis los libros qué yo no leí...

martes, 9 de febrero de 2010

Sopa de letras.

"El paisaje era desolador, apenas se oía movimiento en las calles, o lo que quedaba de ellas, y tan solo lejanos quejidos y llamadas de auxilio rompían la aterradora calma que reinaba.



Se levantó tras apartar los escombros con la ayuda de un trozo de lo que, aparentemente, parecía su hasta entonces preciosa mesa de roble, y miró al cielo amenazante. No notaba el dolor, ni el frío, ni siquiera estaba seguro de saber que había pasado, pero sabía que era de vital importancia volver a encontrarse con ella. Vivía cerca, tanto que de no ser por la gran nube de polvo que cubría la calle hubiese sido capaz de distinguir su edificio. Apenas se orientaba, pero más por fuerza de voluntad que por capacidad física se movía más rápido que como jamás lo había hecho. Tenía unas profundas ganas de llorar, pero no había tiempo para lamentos. El trayecto de unos pocos metros parecía haberse convertido en kilómetros, y se prometió que moriría, si fuese preciso, en el intento.

Y así fue, pero se permitió el lujo de formar una ultima reflexión cuerda en su mente. No se arrepentía de nada o casi nada de lo que hubiese hecho o dicho, no deseaba volver al pasado a cambiar nada o casi nada de lo dicho o hecho, no se echaba en cara ni su enorme mediocridad que tanto odió en tiempos pasados. Sólo, y no quiso admitirlo hasta ese momento, cuando ya nada tiene valor, se arrepentía de no haber sabido demostrar a quienes le rodeaban la importancia que tenían, a quién amó que la amaba y a quién perdió que lo sentía"

jueves, 4 de febrero de 2010

A golpes con todo.

Me mantendré firme, sin duda, a los envites que el destino pueda someterme. Si todo sigue su justo equilibrio, sobradamente desconozco los motivos por los cuales, algo o alguien, quiere verme caer una y otra vez. No obstante, hay impulsos más fuertes que la propia voluntad, que me mantienen erguido y con la mirada fija en un punto donde todo será sencillo y, en cuanto a practicidad* se refiere, absolutamente perfecto.



Siempre he mantenido una sonrisa en la boca, siempre he ocultado mis estados de ánimo, en la medida de lo posible, y me he mantenido impasible ante las cosas que mas me impresionaban.
Pero ya no, ahora sonrío con motivo, como jamás lo había hecho, y no trato de mentir a nadie si tengo que ablandarme en un momento dado, utilizar términos que jamás pensé que utilizaría o cambiar mi orden de prioridades.

Vuelvo a esperar que el móvil suene como cuando tenía quince años, tiemblo en las distancias cortas y se me humedecen los ojos el día de partir.

Escucho canciones que entiendo, descubro géneros del cine vetados por mis prejuicios y valoro más la cantidad de segundos que forman mi día.

Como helado de chocolate para tapar los agujeros de mi estomago, fumo para rellenar espacios temporales inútiles y toco la guitarra para exteriorizar esas cosas que no sabría como explicar con palabras.

Ya es viernes, un gran día.


*Dudo de la existencia de esta palabra, aunque de sobra confío en que los pocos lectores, cultivados y expertos en este fabuloso idioma, sepan contextualizar su significado.