viernes, 14 de agosto de 2009

Aunque albergaba un gran corazón en su interior, el concepto de conciencia le había parecido siempre una carga. Especialmente la conciencia social, esa que te obliga a hacer las cosas porque están bien vistas.

Su caracter abrupto y su correcta educación dejaban entrever a una persona fría.

Nunca le importó la opinión de los demás, al menos hasta que una parte de esos "demás" paso a un clarísimo primer plano.

El sarcasmo era su primera opción, y lo utilizaba como criba para, a su criterio, hacer un juicio justo sobre lo afín que le podría llegar a ser una persona.

A pesar de su humor cortante y discriminante nunca tuvo prejuicios, de hecho jugaba con ellos a su antojo, lo que le daba una autentica sensación de libertad.

Era difícil hacerle realmente feliz, pues arriesgaba poco, su experiencia le decía que no era bueno hacerlo, y cada vez que lo intentaba la realidad le apaleaba y le sacaba a golpes la idea de tratar de mejorar su neutral posición en el mundo.

Cansado de la vulgaridad trazó su plan maestro, sin lugar a fallo y juró que por encima de todo estaría su afán por ser feliz.
Hasta que se dió cuenta de que su felicidad no dependía sólo y estrictamente de sí mismo.
Hasta que se dió cuenta que la felicidad ajena bien administrada puede ser la primera pieza del romecabezas que nunca supo terminar.

Ahora supongo que su mente fría y calculadora tratará de maquinar otro plan, otro dónde todo lo que quiere tenga cabida, otro dónde pase lo que pase, pondrá todo su empeño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario