martes, 25 de agosto de 2009

Fragmento de la historia de "una vida como otra cualquiera"

...Entonces se dio cuenta ya de una gran verdad que hizo que cambiara su actitud.
Se dio cuenta de que las malas personas en esencia son sólo las más inteligentes.

Para él la maldad no residía tanto en una acción puramente dicha, si no en su trasfondo, su naturalidad y sus intenciones.

Quién realiza una acción mala por desconocimiento, ignorancia o impulso, aunque las consecuencias puediesen ser catastróficas, había de ser corregido desde el apoyo, la ayuda y la orientación.
Es evidente que las leyes no pueden seguir estos cánones, pero en un utópico mundo dónde las intenciones fueran contables así habría de ser.

En la otra orilla se encontraba él con todos sus congéneres que pasaban su criba de “gente inteligente”.
Esta gente aparentemente no realiza acciones malas. Persuade, convence, juega con la confianza de la gente, incluso halagando y ensalzando, pero todo con un mismo y único fin, el bien propio.

Una acción no es mala por buscar el bien propio, pero sí lo es en el momento que pones en peligro la integridad (en cualquier aspecto) de otro individuo, y sobre todo, siendo de ésto totalmente consciente y habiéndolo pensado, calculado y medido al detalle.

El no quería convertirse en eso, pero poco a poco y con pequeñas acciones se fue perfilando esa personalidad que tanto odiaba, con alardes de superioridad, y que incontrolablemente se estaba apoderando de él....

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